Día internacional del perro guía

Román Martínez: «Con mi perra Troya desaparecieron las obras, las farolas y todos los obstáculos»

Seis canes de asistencia hacen la ciudad más accesible a las personas invidentes

Hay 11 pacenses que esperan contar con esa ayuda próximamente

Román Martínez camina guiado por Troya, su perra de asistencia.

Román Martínez camina guiado por Troya, su perra de asistencia. / J. H.

Jonás Herrera

Jonás Herrera

Román Martínez tiene 39 años y le diagnosticaron retinosis pigmentaria cuando tenía cuatro. Esta patología degenerativa provoca una pérdida de visión progresiva y el resto visual que conserva ahora mismo es muy bajo. Desde el pasado mes de febrero convive con Troya, una hembra de labrador de dos años que le salva de obstáculos en su día a día.

Martínez es una de las seis personas de Badajoz que actualmente son guiadas por perros para facilitar su vida. Hay otras 11 en lista de espera para poder tener ese soporte de movilidad e independencia.

Este miércoles 24 de abril se conmemora el Día internacional del perro guía. A propósito de la fecha, dos invidentes de la ciudad cuentan su experiencia con este recurso.

Para Martínez no es algo nuevo. Kimber ya fue su primera asistente (se jubiló en febrero de 2023) y llegó a la vida de Román en el verano de 2012. El proceso de adaptación no fue sencillo: «Fue lento porque pasas de usar el bastón para localizar el obstáculo a tener que dejarte llevar por un ser al que no puedes preguntar», reconoce. La compenetración de ambos llegó tras más de un año de trabajo: «Durante el primer año con un perro guía el 80% lo hace la persona ciega y el asistente un 20%, una vez adaptados ese porcentaje se invierte», afirma Martínez. Según él, «en la escuela cuando vas a recoger el perro lo primero que te dicen es que quien tiene que aprender es el usuario, el perro ya está adiestrado para ello».

Según este joven, al tener perro guía «de repente desaparecen las obras en Badajoz, las farolas, los coches en medio, las papeleras, los bancos, todos los obstáculos que el perro te elimina». «Se sustituyen los obstáculos con los que choca el bastón y caminas de manera más ágil», insiste.

Un factor fundamental es la confianza plena que tienen que depositar los usuarios ciegos en los perros. Martínez reconoce que hubo momentos complicados. «Hay días que piensas que ha trabajado mucho mejor que la jornada anterior y al siguiente lo hace peor». Él es «repetidor», como se autodefine, ahora está adaptándose al trabajo con Troya.

Lo más importante para las personas que cambian de perro de asistencia es «hacerse a la idea de que es un perro nuevo y que todo va a ir peor que con el anterior, pero que es cuestión de tiempo», asevera. Solo llevan dos meses juntos y asegura: «Ha cambiado mucho en este tiempo, por ejemplo, los pasos de cebra eran un suplicio, pero va mejorando».

«No imagino mi vida sin Jara»

Ese proceso de adaptación también lo pasó Viti García, una pacense de 67 años con glaucoma. Cuando llegó su perra Jara el camino de trabajar juntas no fue fácil. «Era un torbellino, inquieta y muy miedosa, además a mí me pilló mayor, tenía casi 60 años», afirma. «Jara quería ir más rápido de lo que podía seguirla y me tiró en alguna ocasión», confiesa.

En su caso, la adaptación se realizó en Madrid, lugar en el que residía, y contó con la ayuda de la adiestradora de la ONCE. «Con tesón y paciencia conseguimos adaptarnos», reconoce. Su asistente canina cumple nueve años en mayo y Viti no quiere «ni pensar el día que se jubile, me costará mucho dejar de trabajar con ella, es un amor mutuo el que nos tenemos, no imagino mi vida sin Jara». Además, asegura: «Dependemos mucho la una de la otra, no podemos estar separadas».

García afirma: «No tiene nada que ver ir con bastón que con ella, antes estaba mucho más limitada que ahora, por ejemplo por la noche apenas salía y ahora no tengo problema. Puedo hacer muchas más cosas que antes».

Tanto Martínez como García coinciden en que la acogida por parte de la sociedad a sus perros de asistencia siempre ha sido buena, aunque denuncian algunos incidentes puntuales: «Ha habido algún taxista al que no le ha gustado que Jara se monte en su coche, pero como nos avala la ley no han podido negarse», relata Viti. «El 95% de las experiencias han sido positivas, pero sí tengo que confesar que cuando llegué a Badajoz desde Zaragoza hubo un hotel en el que no me dejaron hospedarme por ir con mi perra», cuenta Martínez.

Consejos

Aunque la convivencia de estos animales es buena, Martínez enumera algunos de los aspectos que los ciudadanos deben tener en cuenta ante un posible encuentro con uno de estos canes. «Lo primero es que detrás del perro hay una persona ciega que depende de él», por lo que desconcentrar al animal puede ocasionar graves accidentes. También reconoce que estos guías necesitan «estar muy bien de salud, cualquier cosa que coman fuera de su dieta puede hacer que enfermen, y no nos guiarán igual», continúa Martínez. Al respecto, pide que no se le dé comida en los restaurantes o bares, ya que «asociaría el restaurante a comer, a buscar comida, dejando de realizar su función». Por último, puntualiza que «son perros felices, su juego es guiar, les gusta hacerlo y tienen muchísimo cariño en su entorno». García, por su parte, añade que «no es bueno dejar que el resto de perros se acerquen, porque distraen mucho» y que «tocarla sin pedir permiso puede hacer que dejen de guiar». «Nuestra integridad física está en sus patas», sentencia.

Martínez es uno de los trabajadores de la ONCE que mejor conoce la realidad de los canes de asistencia en la región ya que es el responsable de servicios sociales de personas afiliadas de la fundación en Extremadura. Así, coordina, entre otros aspectos, todo lo relacionado con ayudar a las personas ciegas en su día a día, desde la gestión de formaciones encaminadas a la movilidad y autonomía de personas sin vista, el manejo de las tecnologías, la adaptación de material educativo para los escolares ciegos o el apoyo a la inserción laboral del colectivo.

No todas las personas que tienen una discapacidad visual pueden acogerse a este recurso, debe cumplir una serie de requisitos tales como: tener menos de un 10% de visión (o menos de 10 grados de campo de visión), tener capacidad para la movilidad y orientación con bastón, contar con un informe psicológico favorable, no tener ningún problema médico que impida vivir con un perro y, por supuesto, se vigila que el animal viva en unas condiciones adecuadas.

La Fundación ONCE del perro guía cuenta con una escuela de adiestramiento de canes en Madrid; de ella salen anualmente unos 120 animales que se asignan a todo el territorio nacional. Actualmente, son 944 perros de asistencia en todo el país, de los cuales 14 se encuentran en la provincia de Badajoz y otros seis en la de Cáceres. Aunque Martínez avanza: «Se está trabajando en una ampliación que durará unos tres años y que hará que se pueda llegar a formar a 200 perros al año que hagan más sencilla a las personas que somos invidentes».